EUROPA
¿Qué es la renta de cuarentena?
Circula una reivindicación promovida por precarios, trabajadores intermitentes y trabajadores autónomos: una renta básica para todo el mundo para enfrentar los costes de la epidemia de Covid-19 y demonstrar qué una medida social verdaderamente universal es posible y necesaria. Incluso para cuando terminará esta crisis
Desde hace algunos días circula por la red una reivindicación, promovida por precarios, trabajadores intermitentes y trabajadores autónomos (de nueva generación o que pasan por tales) en Lombardía y Emilia Romaña, que está uniendo a buena parte del trabajo pobre del país, el que sufre y sufrirá mayormente la emergencia del COVID-19: la Renta de cuarentena. ¿Qué se pretende con esta consigna, que razonamientos han hecho que nazca y por qué pensamos que es decisiva?
Lo que podemos observar, desde el punto de vista “privilegiado” del que se disfruta en esta trinchera del empleo sin derechos, es que esta emergencia está provocando daños en todo el mundo del trabajo. Él mayor precio lo pagarán sin duda algunos sectores en los que la fragilidad de las garantías y del salario es cualquier cosa menos una novedad: agentes sociales, empleados de cooperativas, trabajadoras y trabajadores del tercer sector, de la cultura y del espectáculo, pequeños autónomos. Dentro de cada una de estas categorías hay centenares de miles de personas que, literalmente, se han encontrado, de un día para otro, con que afrontan una paralización total de sus retribuciones e ingresos.
La cuarentena y la interrupción de los desplazamientos está poniendo también de rodillas, literalmente, a todo el sector del turismo y de la restauración: llegan los primeros despidos en hoteles, restaurantes y bares, a causa de la reducción de la actividad. Si se añade luego el cierre de piscinas, gimnasios y pubs, institutos de formación, escuelas privadas acreditadas y muchísimos otras, el número de trabajadores que permanece y seguirá sin empleo, sin nómina o con un horario drásticamente reducido, aumenta vertiginosamente. En general, el sector privado, amén de buena parte del público, está “resolviendo” el problema obligando a empleados a beneficiarse de vacaciones y permisos, llegando proponer deducir los días de ausencia del finiquito de los contratos.
El cuadro que acabamos de describir nos indica de modo inequívoco que medidas tímidas, poco claras y sobre todo fragmentadas no ayudarán en modo alguno a afrontar la emergencia: correrían sólo el riesgo de acentuar más la distancia entre los hundidos y los salvados, entre el que logrará hacer frente a la situación y el que, durante meses, quizás años, no tendrá ocasión de volver a levantar cabeza.
Reivindicar una Renta de cuarentena quiere decir, como primera idea, tomar conciencia de la situación y afirmar un concepto sencillo: es necesario suministrar directamente fondos a los bolsillos de las trabajadoras y trabajadores, sean empleados o autónomos, colaboradores o estacionales, se trate de trabajo negro o “trabajo gris”. ¿De qué otro modo podría arreglarse, en efecto, la situación de todos aquellos que andan enredados en trabajos ocasionales, los que en sus contratos tienen una suma de horas por debajo de las efectivamente trabajadas? Igualmente, es fundamental imaginar y aspirar a medidas universales, que vayan en dirección contraria a la fragmentación: Renta de cuarentena y políticas de bienestar ya, para todas y todos.
En torno a esta reivindicación central es necesario articular otras batallas fundamentales: congelación de hipotecas, alquileres y facturas; suspensión del pago de contribuciones e impuestos para números fiscales; congelación inmediata de despidos; provisión de una contribución extraordinaria para el cuidado de personas ancianas y vulnerables; permisos parentales extraordinarios y pagados al 100%; cese inmediato de la recurso compensatorio a vacaciones y permisos; concesión inmediata del smart working [teletrabajo] donde sea posible utilizarlo para todos.
Dinero hay, siempre ha habido: hace falta un impuesto de patrimonio valiente, para financiar ésta y todas las demás medidas redistributivas que serán necesarias. Bien está que quien ha acumulado en estos años de trabajo mal pagado y sin derechos, de especulación financiera, fiscalidad regresiva, restituya parte de su riqueza. Riqueza común, socialmente producida, pero apropiada privadamente, que debe destinarse con urgencia a la sociedad y a su bienestar, a su salud. Si, como repite la Confindustria [la patronal italiana] para imponer al Gobierno sus condiciones, son «ellos el motor del país», que controlen el exceso de beneficios y detengan la producción, para salvaguarda de los obreros, y no solamente.
Lo que ha conseguido la emergencia del Coronavirus ha sido sacar a la luz los retorcimientos y sufrimientos del mercado laboral italiano, arraigados desde hace mucho: por esto la Renta de cuarentena debe ser una medida de emergencia, por lo que respecto a la cadencia y la profundidad, pero debe responder a efectos que vienen de lejos, afrontando una crisis que ya se adivinaba claramente en el horizonte. Como ya hemos afirmado en referencia a la sanidad pública, la emergencia es crónica.
Debemos intentar unir las mil figuras del trabajo precario y explotado – los números fiscales poco opulentos, las pequeñas editoriales independientes, el que trabaja en el sector de la cultura, del espectáculo, del turismo, de la restauración, en el tercer sector –, el que se ha quedado sin las únicas y ya insuficientes tablas de salvación. Ninguna, ninguno debe quedar atrás. Hoy más que nunca.
“Clap – Camere del lavoro autonomo e precario” es una experiencia de auto-organizión sindical de y para trabajadores autónomos y precarios. Más info acá
Traducción al español por Lucas Antón para sinpermiso
Foto di copertina di Vittorio Giannitelli